Román Gubern
Publicado en EntrevistasEspejo de fantasmas
Diván: Si describimos al hombre como animal simbólico, y como Usted plantea un producto de la interacción entre biología y cultura; ¿podría “aventurar” cuales serían los efectos futuros de este masivo consumo audiovisual doméstico?
D: “En nuestra sociedad mediática las imágenes certifican la realidad y, si no hay imágenes, nada ha sucedido y nadie se inmuta” ¿Podría relacionarse con ciertos cambios en los hábitos culturales en relación a la lectura y a la escritura?
D: ¿ Qué cambios observa en la publicidad, con respecto al cuerpo humano y la mirada que sobre él hacen un hombre y una mujer?
D: ¿Qué influencia cree Usted que tienen los medios audiovisuales en la patología como Adicciones, Furor de consumo, Anorexias, que lamentablemente en España se han acrecentado tanto en los últimos 10 años?
D: Hace poco Diván el terrible organizó una mesa redonda en los cines Alphaville de Madrid para homenajear a Buñuel. ¿Qué ha sido transmitido de su obra en la cultura y en los cineastas españoles?
D: La mesa se llamaba El oscuro objeto de deseo. Usted, que no es psicoanalista, ¿ qué piensa del deseo en esta cultura actual, y qué quería apuntar Buñuel con ese título?
D: El cine español, como tantos otros, no ha podido librarse de iconos de la masculinidad y feminidad, con los prejuicios de cada época. ¿Cuáles piensa que, en estos aspectos, han sido los cambios más importantes y que dejarán marcas en las culturas venideras?
“…Pero, como observó Freud, allí donde hay una prohibición es porque existe un deseo. Como el desnudo constituía una tentación, por eso se convirtió en prohibición, lo que lo hacía todavía más deseable. Un ejemplo luminoso de forcejeo con el tabú del desnudo lo ofreció el mejor discípulo de Pacheco, Velázquez, en su admirable Venus del espejo… Pero hay que recordar que el espejo se utiliza para reflejar el rostro, pero no la frontalidad del cuerpo femenino, que es precisamente el atributo emblemático de la diosa, como ya lo sabían Botticelli y Tiziano. Por otra parte, el reflejo del rostro en el espejo impone al espectador un punto de vista excéntrico al cuadro y, por mucho que se mueva el observador jamás podrá ver reflejados en el espejo los senos ni los genitales prohibidos. De modo que se le invita mirar, por reflexión especular, aquello que nunca podrá llegar a ver”. Del bisonte a la realidad virtual, Ed. Anagrama
“…En el caso de Un chien andalou, se trató de la colaboración o interacción de dos subconscientes distintos, pertenecientes a sujetos con historias personales y familiares muy diversas… Todos los testimonios concuerdan en evocar la estrecha comunión intelectual entre Buñuel y Dalí en aquel momento…que explica que algunos símbolos, arquetipos y u obsesiones de uno de ellos fuesen metabolizados por el otro, hasta el punto de reaparecer en sus carreras posteriores.
Un ejemplo luminoso de ello nos ofrece la reproducción de La encajera de Vermeer, en una escena de Un chien andalou. Esta imagen fascinó a Dalí desde su infancia… Y años después Buñuel no solo presentaría al celoso protagonista paranoico de Él (1953) intentando coser los orificios de su esposa, sino que cerraría su filmografía escenificando una encajera al final de Ese oscuro objeto de deseo (1977), zurciendo un encaje rasgado y con manchas de sangre, al modo de los tradicionales remiendavirgos. De manera que si la carrea de Buñuel se abrió con un espectacular navajazo propinado a un ojo femenino, se clausuró con el remiendo de un virgo desflorado”. Proyector de Luna, Ed. Anagrama
“…Pero el cine es, además, a diferencia de la literatura, un arte visual, y por ello constituye una franca oferta al voyeurismo legitimado del público. En esta función, la pantalla se convierte en una ventana sobre un paralelepípedo de espacio virtual, que a modo de peep-show permite, a quien ha pagado la entrada atisbar deseables y hermosos cuerpos más o menos desnudos que simulan ignorar que están siendo observados, o parejas que hacen el amor ante nosotros, y a veces, gracias al primer plano, a un palmo de distancia, para satisfacer con sus convulsiones un deseo ajeno, el deseo escópico de los espectadores”. Espejo de fantasmas, Ed. Espasa Hoy
Psicoanalista, Madrid
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