JOHN BERGER...su libro... MODOS DE VER

domingo, 7 de junio de 2009

Modos de ver
JOHN BERGER


Este libro revela cómo nuestros modos de ver afectan a nuestra forma de interpretar. En concreto analiza cuatro aspectos de la interpretación de la pintura al óleo: su origen relacionado con el sentido de la propiedad, la posición continuada de la mujer como objeto pictórico, la relación entre la herencia visual de la pintura y la publicidad actual y, por último, la transformación del significado de la obra original en el marco de sus múltiples reproducciones. Con los años, Modos de ver se ha convertido en un título indispensable de la teoría del arte y de la comunicación visual.


John Berger (Londres, 1926) se formó en la Central School of Arts de Londres. Comenzó escribiendo crítica de arte pero pronto cambió su registro hacia la novela, el ensayo, la poesía, el teatro y el guión cinematográfico y televisivo. Desde hace más de veinte años vive y trabaja desde un pueblo de la Alta Saboya. Ha colaborado en diferentes proyectos con Jean Mohr, Alain Tunner, Nella Bielski, John Christie o su propia hija Katya.

Berger no considera la escritura como una profesión, sino como un modo de aproximación a lo experimentado. Entre sus estudios sobre arte traducidos al castellano se encuentran Mirar y Modos de ver, ambos publicados por la Editorial Gustavo Gili.
El presente está solo
Extracto del prólogo de Eulàlia Bosch

A principios de los años setenta, John Berger, en su programa de televisión Modos de ver, empezó a plantear cómo las formas de reproducción de las obras de arte, que en apariencia nos las acercan, podían también falsearlas, descarnarlas incluso. Es decir, utilizó la pantalla de televisión para mostrar cómo el poder de las cámaras "desde la fotográfica hasta la televisiva" puede desarticular la unidad de significado que cada obra representa, a menos que el espectador no sea lo suficientemente cauto como para mantenerse alerta ante tanta comodidad perceptiva. Su contraejemplo venía de la mano de la pintura. La cámara puede pasear por encima de las telas, que acumulan nuestro pasado visual, rompiendo su unidad "y con ello su sentido" de todas las maneras imaginables: alterando su tamaño, modificando su color, aislando unas figuras de las escenas que las incluyen..., en definitiva, haciendo autónomas partes de un todo nacido indiviso. Hoy la naturaleza de esta apreciación no resulta sorprendente sólo por lo que anticipaba "piénsese en cómo se han sofisticado los medios de reproducción de imágenes en las últimas tres décadas" sino, sobre todo, porque rompía con el mito de la exactitud de las imágenes obtenidas mecánicamente.

En 1972, Modos de ver se convirtió en libro. En la "Nota al lector" los autores advierten: "nuestro principal objetivo ha sido iniciar un proceso de averiguación". Y es cierto. Modos de ver sigue desencadenando hoy una indagación continua sobre el encuentro, casual o deseado, de alguien con una obra de arte. Sobre este momento mágico, suspendido en el tiempo, que combina instantáneamente la percepción inmediata con lo ya sabido y desemboca en el lenguaje de la sorpresa y la pregunta.

¿Cuál es el secreto de Modos de ver? ¿Dónde radica su renovada vigencia? Posiblemente en el tiempo presente en el que está anclada su redacción. Modos de ver remite a ese tiempo presente que se manifiesta cuando la mirada del espectador se detiene ante una pintura y nota su atracción. Y lo hace provocando al lector hasta hacerle percibir qué le ocurre cuando mira.

Pero la contemporaneidad de Modos de ver se manifiesta también en otros registros del tiempo. La selección de imágenes que el libro nos brinda "presentadas siempre como sucedáneos en blanco y negro de esas obras únicas que cuelgan en las paredes de los museos" cubren el amplio espectro de la historia de las artes. Cada una de ellas, sin embargo, se nos ofrece como una parcela de nuestra contemporaneidad. De ese presente constituido por el amasijo de lo visto y de lo vivido en el proceso de civilización que acarreamos en nuestro modo de ver, de saber y de vivir. Del pasado que pasó sólo quedan restos y literatura. En el presente de Modos de ver, el pasado vive tan incorporado en Los embajadores de Holbein como en las Marilyn Monroe de Andy Warhol. No importa tanto el número de años transcurridos desde que fueron pintadas las telas como nuestra capacidad actual para hacer visible, una vez más, su presencia.

Treinta años después de su publicación, Modos de ver sigue manifestando una enorme valentía por desvelar el enmascaramiento al que han ido quedando sometidas las artes. Todavía hoy resulta invisible para muchos de los responsables del patrimonio artístico, su modo de proceder: esa complicidad del texto con el lector-televidente desconocido, al que considera el verdadero destinatario de la pintura. Ese hombre de la calle que, cuando entra en un museo y se detiene frente a un cuadro, devuelve la tela al presente y posiblemente nota, como decía Borges, que "el presente está solo."

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